domingo, 28 de noviembre de 2010

Y la reina dio a luz un hijo que se llamó Asterión...

Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito) están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aqui ni el bizarro aparato de los palacios, pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz de la Tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parecida.) Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada?, ¿añadiré que no hay una cerradura?
La casa de Asterión
Aquí vamos de nuevo. Confieso que durante algún tiempo he venido dándole vueltas la idea de volver a abrir un blog donde pueda hablar de cualquier cosa que se me venga a la mente. No lo hacía por falta de tiempo, pero también, en cierto sentido, porqué existían otras válvulas de escape como el muro del face para compartir aquellas pequeñas cosas que a veces te parecen demasiado bonitas o interesantes como para no compartirlas con alguien. No obstante, eso no es lo que quiero para este espacio. No quiero poner aquí links, canciones, videos ni cosas relacionadas a mis gustos, o a mi carrera y mi trabajo (para lo cual uso y abuso del face); sino simplemente escribir. Quiero usar este espacio para escribir lo que siento, volcar lo que sea que se me venga a la mente, y guardar el registro para mí. Así de sencillo.

No se quienes leerán estas lineas alguna vez, pero por experiencia previa (y ajena también), no me detendré a pensar demasiado en ello, pues se que la mayor parte del tiempo, este espacio estará solo y vacío como la morada de Asterión. Por ello el título. Se que cada nueve años vendrá alguna persona buscando que la libere de todo mal. Pero se también, que algún día vendrá mi redentor. Hasta entonces esperare jugando el preferido de todos mis juegos, el de otro Asterión.